viernes, 22 de enero de 2010

“Shang” Ignacio de Loyola


No todo el mundo puede presumir de tener un Santo cuya Orden abrió delegación en Shanghai hace siglos. Pues bien, los Íñigos, Ignacios, Iñakis y Enekos estamos de enhorabuena en China, ya que nuestro admirado Santo tuvo la visión de mandar un expatriado a China nada menos que a finales del siglo XVI. El cura viajero era italiano, se llamaba Matteo Ricci y además de religioso era matemático, astrónomo, geógrafo, relojero y astrolabiero (constructor de astrolabios). La ciencia y el conocimiento fueron sus armas para seducir a científicos y corte China. Partiendo del reconocimiento y respeto al otro (cosa que debería ser evidente cuando “el otro” está en su propia casa) tuvo lugar un próspero intercambio de ideas, de cultura, de lengua y de religión. Ricci estableció un vínculo especialmente fuerte con un tal Xu Guangqi, ingeniero agrícola, astrónomo, matemático, en fin, otro que tal baila…

El caso es que Xu Guangqi acabó convirtiéndose al cristianismo y a su muerte cedió a la Orden los terrenos de su familia, situados entonces en las afueras de Shanghai. Dichos terrenos constituyen hoy una de las zonas más prósperas y dinámicas de la ciudad, especialmente por su hiper-mercado informático. Estoy hablando de Xujiahui.

Xu Guangqi está enterrado en un pequeño parque ubicado en la calle “Nandan Xi Lu”. Además de su tumba, el parque tiene un pequeño museo que nos cuenta la vida y obra de Xu y su relación con Matteo y los Jesuitas. En cuanto al legado de los Jesuitas en Xujiahui, la estrella la constituye la Catedral de San Ignacio, a la que hay que añadir una biblioteca, un observatorio astronómico y una residencia, todo ello concentrado en unas pocas manzanas, así que la visita no requiere grandes desplazamientos y es una bonita e interesante forma de pasar una mañana de fin de semana. Que nadie espere una Catedral de Burgos o de Santiago, pero está bien y no deja de ser una pintoresca en el entorno en el que se encuentra.

Como todas las ciudades, Shanghai también esconde pequeñas historias escritas por grandes hombres. Seguro que, desde el más allá, el amigo Xu nos recibirá con satisfacción en su parque. En cuanto a San Ignacio, sigue obrando milagros, en este caso que el que suscribe entre en una Iglesia sin oficiarse boda, bautizo o funeral alguno.

COMO LLEGAR: línea 1 del metro, parada “Xujiahui”. Una vez en la superficie, mirar por encima de los edificios e iniciar un giro con la cabeza hasta establecer contacto visual con dos torres de iglesia. Dirigirse hacia la misma. Se trata de la Catedral de San Ignacio. Un poco más allá se encuentra la intersección con la calle Nandan Xi Lu. Doblar la esquina hacia la derecha y seguir hasta encontrar el pequeño parque. La tumba de Xu es un montículo situado al fondo. El Museito se encuentra a la izquierda, según entramos en el parque. La biblioteca, la residencia y el observatorio astronómico se encuentran a lo largo de la ruta.

DONDE COMER: justo enfrente de la Catedral hay un bonito restaurante de comida Shanghainesa llamado “Shanghai Lao Zhan” que quiere decir “Antigua estación de Shanghai”. El Restaurante tiene un aire ferroviario, con sus vagones de tren y todo. Para pasar un rato distendido. La comida muy bien a un precio un poco por encima de lo habitual en Shanghai.

CURIOSIDAD: el nombre del barrio “Xujiahui” quiere decir – precisamente - casa (jia) de Xu (Xu). ¡Vaya casualidad la de llamarse Xu y tener ahí la casa!

¿Y DESPUÉS DE LA VISITA? Si te llamas Iñigo, Ignacio, Iñaki o Eneko, contar a todo el mundo lo visto y aprendido y chulear de Santo. Para cualquier otra persona, disfrutar de la visita y sentir una sana envidia de nosotros.

viernes, 8 de enero de 2010

Llegada a China



A finales de septiembre de 2005, el avión procedente de Frankfurt se posaba con relativa suavidad sobre la pista del aeropuerto de Pudong, en Shanghai. Después de una considerable caminata hasta la aduana y de los consiguientes trámites de entrada, comenzaba una experiencia única en un país fascinante. ¿He dicho "país"?... quería decir "mundo".

Durante 5 años he tenido el privilegio de vivir en la China profunda (Jinhua), en la Venecia de Oriente (Suzhou), en la futura capital del mundo (Shanghai) y en una las ciudades-fábrica del país (Kunshan).

Cinco años dan para mucho. Conoces lugares nuevos, gente diferente, echas algunas cosas de menos y otras de más. Mientras estás en China (o en cualquier otro lugar del extranjero) añoras tu casa, la familia, los amigos. El problema empieza cuando vuelves a casa y transcurridas 3 semanas comienzas a echar de menos las mañanas de domingo en el parque Renmin de Shanghai, con sus abuelos haciendo Tai-chi o bailando el tango, las flores de loto, las partidas de ajedrez chino, los espontáneos cantores de ópera china, los dvd a 0,6 €, los camareros que esperan al cliente (y no al revés), los carriles-bici, la moto eléctrica, el tren de alta velocidad a precio de cercanías, la comida picante, la no picante, los jardines de Suzhou, el cangrejo de agua dulce de Kunshan etc., etc. y etc. Sirva este blog para compartir una experiencia que ahora mismo está interrumpida (lamentablemente no estoy en China en estos momentos) pero que espero poder reanudar cuanto antes.
FOTO: parque en la ciudad de Jinhua (provincia de Zhejiang). Un día cualquiera a las 8 de la mañana. Estatua representando una modalidad de deporte rural típica de la zona, la pelea de toros. Junto a la estatua, grupo de personas practicando Tai-Chi.